martes, 25 de agosto de 2009

Diario de Los Sitios - Zaragoza 25 de Agosto 1808

A las 10 se principió la función habiendo pasado antes el ayuntamiento y luego S.E. a quien recibió el Cabildo, colocándolo en el coro junto al señor deán se dio principio a los laudes y enseguida la misa con la mayor solemnidad. Concluida ésta, dijo su oración fúnebre el padre Basilio Boggiero de Santiago, de las Escuelas Pías, en la que nos hizo ver los prodigios de valor de nuestros conciudadanos, especialmente en el memorable día 15 de junio. Concluida se cantó el último responso saliendo todo el clero alrededor del túmulo, entre ellos S.E., dándose fin con un patético lúgubre Requiescant in pace. 
Hubo guardia a la funerala junto al túmulo y en la plaza del tercer batallón del Pilar que hizo las tres descargas de ordenanza, habiendo en la orilla del Ebro frente al santo templo colocados cuatro cañones cuyo estrepitoso sonido hizo más plausible la función. El Cabildo pasó a dar las gracias a la Ciudad y jefes militares por su asistencia y enseguida salió a acompañar a S.E. hasta la puerta en la que le esperaba la tropa y paisanos que le hicieron una descarga, llenándole el innumerable concurso de vivas y aclamaciones hasta su palacio, a quién siguió el ayuntamiento formado. 
El ilustrísimo señor obispo de Sigüenza asistió a ambas funciones en la tribuna del coro junto al órgano, donde se le puso su almohada, como acostumbra esta iglesia con las personas de su carácter.
Se dio principio a hacer algunas baterías en las inmediaciones de la ciudad, siendo la primera en el puente de la Huerba. Se publicaron dos cartas de S.E. al general de las tropas de Castilla D. Gregorio de la Cuesta, y al gobernador interino del Consejo D. Arias Mon, e igualmente otra que recibió S.E. del conde de Montijo, general de las combinadas de Aragón y Valencia con algunas noticias de Madrid. Las religiosas Catalinas, por haber padecido tanto su convento, se trasladaron al de Jerusalén. Hoy se castiga a una mujer por llevar cartuchos a los enemigos con 200 azotes y magnífica coroza. 
Estos días hubo mucho concurso de gentes forasteras y muchísimos a pies descalzos a visitar a nuestra Señora del Pilar. 
 
CARTAS DE S.E. AL GENERAL DE LAS TROPAS DE CASTILLA 
Excelentísimo señor: por la apreciable carta de V.E. del 14 me he enterado de las ocurrencias que han sobrevenido en el ejército de V.E., y me es del mayor aprecio la enhorabuena que se sirve darme.
He visto que ha instancias del Consejo ha socorrido V.E. a Madrid con lo más escogido de sus tropas, y que se ocupa de arreglar las demás para ponerse en breve en estado de arrojar de nuestra patria los execrables enemigos que a la sombra del engaño y la perfidia, protegidos por algunos traidores y enemigos de nuestro reposo, van huyendo. Los sentimientos que me manifiesta V.E. y que son tan conformes a los de un militar que reúne a los talentos de su profesión el patriotismo más acendrado, me han llenado de satisfacción, y son conformes en todo a mi modo de pensar. En Madrid no se necesita tropa alguna; sus habitantes solos estando armados bastan para defenderse, y harán gustosos todo sacrificio en honor de la justa causa que defendemos, y para vengarse de los viles asesinos del 2 de mayo, y de los ultrajes que han cometido después. 
El ejército francés que ha sitiado esta plaza y huido precipitadamente de ella perseguido por las tropas de este reino, y al paso que esto me proporciona un punto de seguridad para restablecer el cuartel general en el centro, no debo prescindir de la reunión del ejército español, para evitar que la Navarra, Rioja, Castilla y Aragón mismo sean la víctima de sus fuerzas, que creo se reunirán en la orilla izquierda del Ebro, ya que no han podido dominar esta otra parte. En consecuencia, ruego a V.E. que destine su ejercito situado en Madrid hacia Soria o Logroño, para que obrando de concierto con el mío, combinado ya con el de Valencia y las tropas que he podido alistar en Navarra, logremos el digno y honroso fin de nuestros deseos, que es salvar la patria, la religión y los derechos de nuestro legítimo rey. 
Escribo hoy en el mismo sentido al general D. Pedro de Llamas que se halla en Madrid y al gobernador interino del Consejo manifestándoles la inutilidad de que permanezcan las tropas en Madrid, cuando allí no hay enemigos y estos destruyen las provincias mas hermosas de la España, y pueden sacrificar a los valientes defensores de ellas que han acudido a su socorro y que han sabido resistirle con tan pocas fuerzas y a tanta costa. 
Tengo noticia de que el 19 debían entrar en Logroño una división de cinco mil hombres del ejército de Bessières, que sin duda tendrá el objeto de penetrar en Soria, destruir y robar cuanto encuentre donde quiera que llegue y aun volver a Aragón combinando sus fuerzas con las de los sitiadores de esta capital, y de su pretendido rey José. Me lisonjero de que V.E. enterado de todo concurrirá por su parte a impedir tan perniciosas consecuencias. Dios guarde a V.E. muchos años. 
Cuartel General de Zaragoza, 21 de agosto de 1808. José de Palafox. 
Excelentísimo señor D. Gregorio de la Cuesta. 
 
OTRA AL DECANO DEL CONSEJO 
Ilustrísimo señor: cuando creía que el Consejo, noticioso de haber alejado los franceses hasta Burgos y Vitoria, hubiese contribuido a que el ejército de Valencia y el del general Cuesta se situasen en sus intermedios y en posición de poder auxiliar este reino y sus provincias limítrofes, observo con el mayor sentimiento que ha reunido en Madrid ambos ejércitos. Esa capital, armados sus habitantes, sabrá hacer una defensa digna del celo y patriotismo que siempre ha demostrado, y defender su religión, los derechos de su monarca y la integridad y decoro español, y situadas además las fuerzas que  inútilmente tiene en las inmediaciones del enemigo, sabrán estas formar una barrera impenetrable para impedir todo retroceso. 
No podré mirar con indiferencia que el Consejo se desentienda de este principio, y que se olvide que los enemigos reuniendo sus fuerzas, después de devastar las provincias de Castilla, Vizcaya, Rioja y Navarra formen el designio de hacerse fuerte en ellas y ocupar toda la orilla izquierda del Ebro. En vano serían mis fatigas y los esfuerzos nunca bien ponderados de los zaragozanos y aragoneses, si las fuerzas combinadas de todo el reino, teniendo en sus manos el laurel del triunfo, no se apresuren a merecerlo y aspirasen sólo a defender limitadamente su territorio. 
Puesto en el caso de poder ser útil a mi patria, desde luego consideré por tal la España toda, y aunque no he tenido poco quehacer para sostener la capital de Aragón, considerándola como una plaza que había de influir esencialmente en la defensa del resto de la nación, he auxiliado a Navarra, Rioja y Cataluña, y hallado después en estas provincias la recíproca. Me propuse sacrificar mi vida en defensa de mi legítimo rey, de mi religión y mis conciudadanos, y así lo manifesté a la Europa toda en 31 de mayo. Fiel a mis principios, seré invariable en mi plan, y si las consideraciones que preceden fueren fundadas, el Consejo, si no hubiere otras razones más poderosas que ellas, será responsable para mí de las consecuencias que puedan y deban resultar de la permanencia de los ejércitos en Madrid. 
El ejército de Valencia al mando del general D. Pedro Llamas tiene orden de la Junta Suprema de aquel reino para venirse a situar cerca del mío, y aunque días que se me ha participado así, no tengo noticia aún de que haya salido de Madrid. Dios guarde a vuestras señorías muchos años. 
Cuartel General de Zaragoza, 21 de agosto de 1808. José Palafox y Melci. 
Ilustrísimo señor D. Arias Mon y Velarde. 
 
EL CONDE DE MONTIJO A NUESTRO GENERAL 
Excelentísimo señor: después de haber entrado ayer en esta ciudad por medio de las aclamaciones de un inmenso pueblo que se había reunido para ver pasar las tropas de mi mando, vino a cumplimentarme a mi casa con toda ceremonia el ilustrísimo ayuntamiento; recibí sus cordiales afectos en obsequio de la justa causa que defendemos y me pidió quedarse persuadido que, a pesar de haber sufrido por más de dos meses el pesado gobierno de los franceses que por todos los medios habían intentado destruir esta ciudad y pueblos circunvecinos, con todo echaría mano de todos los restos de sus facultades para defender el trono del rey, la causa de la religión y los fueros y privilegios de toda la nación. Contesté en los mismos términos al ilustrísimo ayuntamiento, le aseguré que además de los sentimientos de toda la nación, relaciones personales me unían particularmente a la Navarra; mandé, conforme a las ordenes de V.E. e instrucciones reservadas, que en esta tarde se proclamase (como se ha hecho) a nuestro augusto soberano D. Fernando VII, cuyo acto verificado con la mayor solemnidad presidido por mi, y autorizado por los generales y oficiales y alguna parte de las tropas de mi mando que asistieron formadas a tan solemne proclamación, obliga de nuevo a los tudelanos en la defensa de la causa más justa. Yo tengo la satisfacción de ponerlo todo en noticia de V.E. asegurándole que emplearé con gusto todos los momentos para dar una verdadera dirección a las tropas que se levanten en este reino, y le ruego al mismo tiempo se digne de permitirme pueda dispensarles yo la protección de los ejércitos combinados que V.E. se ha servido de a mi mando. Dios guarde a V.E. muchos años. 
Tudela, 22 de agosto de 1808. Excelentísimo señor. El conde de Montijo. 
Excelentísimo señor capitán general del ejército y reino de Aragón. 
 
En el Diario se insertó la paz con Inglaterra recibida de oficio por S.E. fecha en Londres, en el palacio de la reina, a 4 de julio, con un discurso de los ingleses contra Francia.

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