jueves, 6 de agosto de 2009

Diario de Los Sitios - Zaragoza 06 de Agosto 1808

Este día a pesar de la ocupación que conservan los enemigos, no mostraron tanto brío en su defensa, pues más animosos los nuestros los fueron estrechando y matando muchísimos, de manera que fue preciso mandar traer carros para sacarlos de la ciudad, y los nuestros tuvieron lugar para enterrar los religiosos y demás que habían muerto en la gloriosa defensa. Se les obligó a meterse en las casas y habiendo logrado intimidarlos les fueron ocupando algunos puntos que les dañaron mucho. Se encontró algunos en los caños de las casas robadas a los que inmediatamente se mataban, encontrándoles regularmente dinero y alhajas muy ricas. Al medio día entraron en esta ciudad 200 Voluntarios de Aragón, los que inmediatamente fueron a dar al enemigo, desde cuya hora empezó el ánimo a cobrar nuevo aliento, y a la tarde entraron otros 200 de Guardias Valonas, que fueron a ocupar el punto del molino de aceite al que atacaba vivamente la caballería enemiga, la que luego que los divisó se retiró. Se logró igualmente por la parte del Arrabal con la tropa que vino del batallón de D. Felipe Perena de Huesca hacerlos huir de todo aquel término, con lo que consiguió tener aquel paso expedito y poder echar el agua a los molinos para el abasto público. 
Nuestro general con sus hermanos, jefes y plana mayor llegó hasta Osera donde, reunido con las tropas que veían de Cataluña, retrocedió tomando el camino de Villamayor para situarse allí, al mismo tiempo que el señor marqués con el 3º Batallón de Guardias Españolas se dirigió por el camino de Pastriz a Zaragoza donde entró a la una con su escolta, dejando al batallón al vado del Gállego y, desde luego, empezó a subsanar el desorden general en que todo se hallaba con lo ocurrido el día anterior, animando a nuestros defensores los que lograron desalojarlos de una porción de casas que ocupaban de las inmediatas al Hospital (antiguamente teatro de comedias). 
Estos dos día pasaron tantas aflicciones los pobres enfermos del Hospital que no tomaron sino caldo de especias por falta de carne, ni la hubo en ninguna tabla de la ciudad, lo que afligió mucho al pueblo con las demás cosas que a cada paso se presentaban, como era ver las iglesias cerradas, andar las religiosas por las calles acompañadas de eclesiásticos, tantas desconsoladas viudas y madres de tantos que habían muerto y sido víctimas del furor enemigo, el abandono de las casas arruinadas, buscando otras en las calles donde no habían experimentado este trabajo y, finalmente, otras sin más consuelo ni auxilio que irse al templo de nuestra señora del Pilar que era el refugio de todos, lo que seguramente así se experimentaba. 
Los enemigos se mantuvieron causando los mismos daños y desacatos, hiriendo y matando, bien que de ellos murieron muchísimos más, pasándose algunos a nuestro campo. El señor marqués hizo manifiesto a todos de su llegada, con cuya noticia se tuvo algún reposo en tan críticas circunstancias, mandando entrar aquella misma noche el batallón de Guardias Españolas, y notificó a la plaza la siguiente orden del día. 
ORDEN DEL DÍA 
Por el desorden que irremediablemente trajo consigo el terrible bombardeo empezado por los enemigos el 4 a la noche y seguido sin intermisión entrar por las calles de la ciudad hasta el Coso, por cuya razón se ha hecho la guerra de hombre a hombre en los que se han visto tantos prodigios de valor, y los enemigos confundidos que ni aun quieren dar lugar a que recojan sus cadáveres (asunto para ellos tan sagrado, no por decencia, sino por ocultar sus pérdidas), se halla la tropa y oficiales en puntos que ni se puede por sus cuerpos, ni por el gobierno atender a su subsistencia, ni tal vez al relevo. Se destina pues para el regimiento de Extremadura, como cuartel la plaza del Mercado, para el batallón de Fusileros del Reino la plaza de San Antón y la de San Felipe, para que sin confusión se reunan y acudan los demás individuos de otros cuerpos o compañías sueltas, a cuyos sitios acudirá un ayudante con el objeto de alistar los que se le presenten; asimismo los jefes tomaron la providencia de mandar por los puntos que están atacando a los sargentos y cabos, con el objeto de tomar razón y de reunirlos todos a su punto, tanto de defensa, como el de disponer ranchos. Por último todos a porfía, así como a porfía acudimos a rechazar al enemigo, deben contribuir a establecer el buen orden con el que se consigue la asistencia de la tropa, el rechazar al enemigo y que los trabajos, si cabe alivio en tan terrible defensa, en una ciudad abierta que se halla sufriendo un sitio que confundirá al causador de tantos males, donde hace un siglo no había resonado el cañón, y será la admiración de los venideros. Soldados, vecinos honrados, mirad los religiosos, las monjas, niños, mujeres asesinadas delante de sus maridos, y por la inversa los oficiales que han creído su perfidia fueron cruelmente víctima del proceder más inicuo, como un religioso del convento de San Ildefonso, el teniente coronel D. Pedro Hernández, y el ayudante D. N. Ximeno a quien mataron en la Cruz del Coso con una pica en la mano y en su lanza un pañuelo blanco. Estos horrorosos atentados son correspondidos por la generosidad española, recibiendo sus prisioneros, como lo exige, no la guerra que nos hacen, sino la humanidad. 
Zaragoza, 6 de agosto de 1808. Lazán.

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