sábado, 15 de agosto de 2009

Diario de Los Sitios - Zaragoza 15 de Agosto 1808

Este día de la gloriosa Asunción ya se cantaron las alabanzas divinas en todos los templos de esta ciudad no arruinados, y en el Pilar se celebró con toda la solemnidad acostumbrada. 
Salió mucha parte de nuestras tropas a alcanzar al enemigo, y habiendo cogido a cuatro franceses en el puente de la Muela con cartas de su general fueron traídos al nuestro, quien los mandó arcabucear, pero el pueblo los hizo ahorcar en el Mercado. Inmediatamente también trajeron en una pica la cabeza de un teniente coronel francés muy joven muerto por los nuestros en Pedrola, la que presentaron a S.E. con caballo y armas. Se continuó en evacuar las casas incendiadas y arruinadas, sacando de ellas lo poco que habían dejado, que ciertamente era muy poco, y en muy mal estado. 
 
FUNCIÓN DEL TE DEUM 
Al medio día se repitió el campaneo para anunciar la función del Te Deum para las 6 de la tarde a cuya hora estaba ya el Pilar muy iluminado y con un gentío extraordinario. El regimiento de Suizos de Winfen estaba tendido desde palacio a la iglesia. A la hora señalada pasó la Ciudad (Ayuntamiento) desde sus casas consistoriales a incorporarse con S.E. quien de antemano había convocado toda la oficialidad, en seguida los timbales y clarines, y detrás el ayuntamiento, llevando en su cuerpo a los jefes del ejército (y entre ellos al conde de Montijo que acababa de llegar de Paniza donde había dejado su ejército valenciano), escoltado todo este lucido acompañamiento del batallón de Nuestra Señora del Pilar, y del capitán de la nombrada de Palafox, D. Jorge Ibor, vecino del Arrabal, que desde el día 23 de mayo ni de día ni de noche ha desamparado a su general. 
Habiendo llegado al santo templo, y colocado S.E. en la presidencia, se cantó el Te Deum con la mayor magnificencia y con las oraciones de rúbrica. Finalizado, acompañado del ayuntamiento y oficiales generales, pasó a la Santa Capilla en donde después de haber hecho una breve oración subió a besar la mano a Nuestra Señora con la mayor devoción, y la confianza que le merecía su soberano patrocinio acordándose del tiempo que le sirvió de infantillo. 
Vuelto a hacer otra breve oración se restituyó a su palacio con el mismo orden y en medio de las mayores aclamaciones del numeroso concurso, y recibiendo nuevamente los obsequios del ayuntamiento, se despidió cortésmente, manifestando su agradecimiento a todo el pueblo, y dando a los infantillos una onza de oro. Todo el rato de la función estuvo la artillería haciendo salvas a Nuestra Señora y muchísimos vecinos. 
Este fue el primer acto de reconocimiento que se ha dado a Dios a Nuestra Señora del Pilar por los beneficios recibidos en habernos librado de la opresión francesa y de los oprobios que han sufrido los que han tenido la desgracia de caer en sus manos, lo que hizo ver a S.E. en el manifiesto que hoy día se publicó firmado de su mano. 
 
MANIFIESTO 
Después de tantos días de penalidad y de aflicciones llegó por fin la deseada época que podía prometerse de la constancia y del valor con que habéis defendido esta ilustre capital. Testigos ya de la vergonzosa huída de los esclavos franceses, que han abandonado la artillería, municiones, y los víveres que su detestable rapiña había amontonado, llenemos nuestra primera obligación que es dar gracias al Todopoderoso que ha dado el bien merecido castigo a esos miserables soldados que profanan templos, ultrajan las imágenes sagradas de la divinidad y no conocen la moral ni son dignos de alternar con los demás hombres. Dejemos a su Emperador entre los remordimientos y aflicciones, único patrimonio de todos los malvados, y roguemos al Altísimo que bendiga de nuevo nuestras armas para que los ejércitos que marchan en seguimiento de la fugitiva canalla logren su completa derrota.
Los campos de Zaragoza, sus puertas y algunas de sus plazas y calles manchadas con la sangre de más de 8.000 franceses que han pagado con la vida la temeridad de su jefe es el fruto que ha cogido hasta ahora de su entrada en Aragón. Toda la Europa y aun el Universo todo oirá con admiración el detestable nombre de Lefebvre y de Verdier, sus gobernadores que, olvidados del buen tratamiento que se ha dado en Aragón a los prisioneros franceses y demás naturales de aquel país, han cometido las mayores iniquidades, y verán justamente la diferencia que hay de un sistema de gobierno vergonzoso y falaz al de una nación que cimienta su felicidad en principios de equidad y que no considera como enemigos verdaderos a los que no tienen parte en los delirios de su gobierno. La Francia llorará muchos siglos el mal que la ha preparado la guerra con España, y no podrá sin vergüenza pensar en los medios que se han empleado para hacerla. 
Labradores, artesanos, huérfanos, religiosos, viudas y ancianos que habéis quedado reducidos a la indigencia y a la miseria por haber incendiado vuestros campos, destruido vuestras haciendas y casas, y robado los franceses una propiedad que, aunque limitada, constituía vuestra fortuna y era vuestro único consuelo, tranquilizaros. Tenéis la fortuna de vivir en España y la gloria de haber defendido la capital de Aragón, impidiendo que nuestros enemigos asolasen el resto de esta hermosa provincia. Habéis sufrido con resignación vuestros quebrantos, disimulando vuestras penas, desestimado vuestra fortuna, y aun despreciándola por atender solo al bien general. Mi corazón no puede ser indiferente a tantos rasgos de heroísmo, no sosegaré hasta proporcionaros algún alivio. 
He encargado muy particularmente al Intendente general del reino D. Lorenzo Calvo de Rozas que cuando las graves y urgentísimas ocupaciones del día se lo permitan, piense los medios de acudir a vuestro socorro, y cuanto en la generosidad de todos los corazones sensibles de los españoles y la de nuestro amado rey, cuya causa habemos defendido, que harán un esfuerzo capaz de indemnizaros. 
Cuartel General de Zaragoza, 15 de agosto de 1808. 
José de Palafox y Melci. 
 
Los días 14, 15 y 16 estuvieron ya las 40 horas en el colegio de Escuelas Pías.

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