Muy de mañana se empezó el fuego del enemigo, procurando ganar el convento de la Victoria, el cual sufrió un vivo ataque de bombas y granadas que arruinaron muchísimo, pero fue tal el ardor de nuestros paisanos y el tesón con que los Voluntarios y tropa catalana defendieron sus puntos, que a pesar de habernos muerto y herido varios artilleros, se logró hacer inútiles todos sus esfuerzos, apoderándonos de la puerta del Carmen con el cuchillo en mano, matando a todos los que estaban en la batería de dicha puerta, quitándoles el cañón de a 16 y un obús que tenían con los que habían hecho mucho daño en cuya ocasión acreditaron su valor y patriotismo tirándose a ellos a gatas, evadiendo con esta estratagema el fuego del cañón. Desde esta hora, que era antes del medio día, ya no pudieron los franceses hacer ningún progreso sino ir perdiendo mucha gente.
S.E. estuvo todo el día a la vista de sus tropas, y habiendo advertido que había en el pueblo quien daba aviso a los franceses con voladores del sitio a donde se debían dirigir sus bombas y granadas, como sucedió con una que cayó en la plaza del Pilar, donde habían disparado hacía poco rato un volador que, por desgracia, había muerto al golpe a un artillero. Mandó publicar un bando en que condenaba a pena de muerte ejecutiva a todo aquel que tirase alguno de ellos, sin darle más lugar que para morir como cristiano, e igual pena a todo aquel que con sus voces alarmase al pueblo o lo incitase a la deserción, no concediendo cuartel a ningún francés y dando licencia para quemar las casas ocupadas por ellos, por el daño que de ellas nos estaban haciendo y concediendo grandes gratificaciones a todo aquel que se adelantase en estos servicios. Cuyo bando se publicó firmado de S.E. a voz de pregonero. Toda la tarde y noche siguió el fuego con el mismo tesón sin adelantar los enemigos nada, y salió la Gaceta extraordinaria con muy buenas noticias de la evacuación de Madrid y la venida de tropas a nuestra defensa, las que inundaron de gozo a todos los habitantes de esta ciudad en la que no cesaba un instante el tiroteo, y en todos los puntos se trataban continuas escaramuzas, no pudiéndose dar en una narración la multitud de acciones parciales que hubo en estos días ni menos una idea del cuadro que ofrecía esta capital de edificios ardiendo, de hogueras que se hacían para quemar los cadáveres enemigos, al mismo tiempo que se continuaban las obras de fortificación, de parapetos, cortaduras, alarmas y agitaciones, finalmente todo lo que puede presentar de más terrible el teatro de la guerra.
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