domingo, 23 de agosto de 2009

Diario de Los Sitios - Zaragoza 23 de Agosto 1808

Este día no ocurrió cosa especial en esta plaza, sólo se cogieron tres franceses por espías que se presentaron a S.E., y le dieron 200 azotes al molinero de Villamayor por no haber querido moler la harina del pósito, por moler la del enemigo. Las Carmelitas Descalzas se trasladaron a su convento. Se fueron habilitando más las calles, quitando fosos y las baterías, y quedó la Audiencia sin ningún enfermo. Los religiosos del Carmen se volvieron a su convento, no pudiendo oficiar en su iglesia por estar del todo arruinada, pero tenían el coro en la de su colegio. Salió la Gaceta con la carta de los tudelanos a S.E. y la respuesta, con la huída de los franceses a Valtierra y Catarroso, y que nuestras tropas habían entrado ya en Tudela, y además la derrota del enemigo en Gerona. 
 
CARTA DE LA JUNTA DE GERONA 
Excelentísimo señor: a las 12 de este día acaba de llegar la plausible noticia de la derrota del enemigo común en Gerona por un  oficio del tenor siguiente: 
Campo de batalla, 16 de agosto a la una del día. Queda derrotado enteramente el ejército francés de Gerona, y esta ciudad libre de sus angustias. Todos los cañones y bagajes en nuestro poder y una batería ardiendo. En otro parte detallaré la acción. Ha creído esta Junta no deber retardar un momento participar a V.E. tan feliz acontecimiento, el que reunido a los gloriosos laureles de V.E. que se ha coronado con la restauración de su capital y reino, ha puesto el colmo al inexplicable júbilo de estos ciudadanos, haciendo en celebridad de ambos sucesos, las demostraciones de alegría más extraordinarias a favor de nuestro amado monarca Fernando VII y de sus esclarecidos y heroicos defensores. 
Dios guarde a V.E muchos años. Lérida y agosto 19 de 1808. 
Excelentísimo señor. Atanasio Pinós. Ignacio Foncillas. De acuerdo de la Junta. Manuel Funter, secretario. 
Excelentísimo señor capitán general del ejército y reino de Aragón. 
 
LA CIUDAD DE TUDELA AL CAPITÁN GENERAL DE ARAGÓN 
Excelentísimo señor: muy señor nuestro y de toda nuestra atención. En este momento en que los enemigos acaban de desalojar esta ciudad, que ha tenido la desgracia de existir la más terrible tiranía desde el 8 de junio en que la subyugaron. En este momento, señor, en que podemos respirar con libertad aquellos agradables sentimientos de felicidad hacia nuestro legítimo soberano, nos dirigimos a V.E. con aquel agradecimiento con que un esclavo libertado se dirige a su libertador. 
Reconocemos firmemente que solo el ánimo constante y generoso de V.E. es quien ha podido abatir el orgullo del ejército enemigo, haciéndole retirar con ignominia. Damos a V.E. la enhorabuena; nosotros nos la tomamos como tan interesados, y ya desde este momento se reputa este pueblo por el más feliz en medio de sus fatigas y trabajos, cuando mira la causa de haberlos padecido, que continuamente se nos ha estado repitiendo como pretexto para hacer más tirana nuestra servidumbre. En fin, señor, aquí tiene V.E. la ciudad fiel, la ciudad libertada y un pueblo agradecido, que en medio de su cautiverio ha despreciado los alivios que las súplicas pudieran proporcionarle; y que como siempre sólo esperan sus habitadores el momento de sacrificarse por el rey, la religión y la patria bajo los auspicios de V.E. si tenemos la satisfacción, como esperamos, de ser merecedores de su amparo. Dios guarde a V.E. muchos años. 
Tudela y agosto a las 7 de la mañana de hoy 20 de 1808. 
Excelentísimo señor. B.L.M. de V.E. sus atentos servidores. José Amescua y Cortés. Antonio Miranda y Bravo. Joaquín Borja. Ramón Pérez. Telesforo Iturralde. 
Alcalde y ayuntamiento de la ciudad de Tudela, cabeza de su merindad. Con su acuerdo, José de Yanguas y Miranda, secretario. 
Excelentísimo señor D. José Rebolledo de Palafox y Melci. 
 
CONTESTACIÓN 
Nunca creí, señores, cuando en primeros de junio envié a petición de vuestras señorías a Tudela armas, municiones y una división de tres mil hombres al mando de mi hermano para su defensa, ver el resultado tan poco digno de las vivísimas expresiones con que esa cabeza de merindad, y toda ella me manifestaban sus deseos de lograr el amparo de Aragón, decidido desde un principio por nuestro amado soberano Fernando VII con el objeto de defenderse e impedir la entrada de las tropas francesas que tanto han desbaratado esta provincia, por no haberse sostenido esta ciudad. 
No dudo del verdadero afecto de este pueblo noble y generosos a nuestro soberano, pero recelo de algunos cuyas traiciones han manchado el nombre español, y cuyos intereses particulares arrastraron quizá a la violencia y opresión del enemigo causando daños positivos a los honrados aragoneses, en cuya defensa tomo yo la mayor parte. Sea en buena hora recibido por mi el homenaje que nuevamente tributa a nuestro amado soberano esa ciudad y merindad. El reino de Aragón la abrigará en su seno y la sabrá conservar limpia y libre de enemigos encubiertos, tomando a su cargo la grande obra de extinguirlos y darles el justo castigo que merecen los traidores. 
Enviaré un gobernador y comandante militar que bajo mis principios y detalle que observa este reino invencible restituya el buen orden y disciplina, forme los alistamientos y exija la justa y moderada contribución que ha acordado, en cambio del crecido número de fusiles y demás municiones de guerra que no ha sabido conservar. 
El augusto rey Fernando sabrá conciliar la situación en que se ha visto esta ciudad con la debilidad que dio causa a ella en los principios, y sabrá perdonar errores que tanto han costado a esta nobilísima ciudad por la generosidad con que lo ha sufrido. Envíenme vuestras señorías un detalle de lo ocurrido en esta época, y espero que en adelante acreditarán en adelante su amor y lealtad a nuestro soberano, cuya causa, si como Aragón la defendiese esa ciudad noble y valerosa hasta que no quede piedra sobre piedra, podrá esperar entonces todo auxilio. Tal es el modo con que respondo a su apreciable carta que me ha sido lisonjera, tanto como amargo el recuerdo de su error; entretanto, procuro los medios más oportunos para su felicidad, bajo las reglas que constituyen la nuestra. Dios guarde a vuestras señorías muchos años. 
Zaragoza 22 de agosto de 1808. José de Palafox y Melci. Señores alcalde y ayuntamiento de Tudela, cabeza de merindad.

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