A la misma hora que el día 1º empezó el enemigo su fuego desde las baterías puestas a las inmediaciones de la ciudad, causándonos el daño más terrible con tanta bomba y granada que no cesaron todo el día, y con tanta furia y acierto que nos trastornaron por caer casi todas dentro de la ciudad, pero con tan pocas desgracias, milagro sin duda de nuestra patrona María Santísima del Pilar a la que todo el pueblo se encomendaba muy de veras. Los edificios que más padecieron, además de las casas particulares, fue el convento de San Francisco donde cayeron más de 14, obligando a los religiosos a salirse precipitadamente a casas particulares. Pero donde fue mayor el daño en el santo hospital de Nuestra Señora de Gracia donde estuvieron cayendo casi continuamente, habiendo causado algunos muertos entre ellos a D. Mateo Lagunas, e igualmente tanto daño en las salas de los enfermos que antes del medio día fue preciso tomar providencia de sacarlos, dando licencia a todos los que quisieran irse y para los que quedaron se destinó la Real Audiencia a donde fueron conducidos por algunos religiosos en brazos, y de varios paisanos en carros y parihuelas y al mismo tiempo en las camas, espectáculo que causaba la mayor compasión, que aumentaba el lamento de los pobres enfermos, ayudados de los señores regidores, que con sus activas providencias lograron verificar con la caridad de los fieles trasladarlos muy en breve y sin ninguna desgracia a pesar de las muchas bombas y granadas que continuamente estaban cayendo, colocando los enfermos de calenturas en el corredor alto, a los militares en la sala de San Jorge, a los de cirugía en el corredor de abajo y a las mujeres en la Lonja de la ciudad. Pero no habiendo bastante habitación para los hombres los colocaron en la luna anterior de dicha Audiencia destinando las escribanías para los cirujanos, y la sala baja de Acuerdo para las demás precisas oficinas de tanto empleado.
Este melancólico trastorno consternó los ánimos de todos, y la caridad tan natural de los zaragozanos tuvo mucho que merecer al ver tal catástrofe. El fuego siguió vivamente arruinando casas y edificios, por cuyo motivo todo el pueblo estuvo en vela, llenándose la Santa Capilla del vecindario a suplicar devotamente su poderoso amparo en tal conflicto.
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