domingo, 5 de julio de 2009

Diario de Los Sitios - Zaragoza 5 de Julio 1808

"Muy de mañana salieron nuestros Voluntarios a la descubierta por ambas baterías, logrando desbaratarlas y cogerles 29 prisioneros que condujeron en una cuerda a la ciudad, y presentados a S.E. mandó que con los traídos de Ejea se llevasen al castillo de Monzón como se verificó inmediatamente. Vinieron de la villa de Cantavieja y su baília 200 hombres escogidos que se destinaron al cuerpo de Voluntarios, y se tuvo noticia de oficio de que el señor D. Francisco Palafox estaba en Almonacid de la Sierra con bastantes tropas de línea y paisanos con el barón de Warsage, a quienes comunicó S.E. las órdenes correspondientes. Los enemigos se mantuvieron todo el día en las inmediaciones de la ciudad cuyas puertas se fortalecieron nuevamente con salchichones, ramales, fosos, y otros preparativos de defensa. Se colocaron algunos obuses y morteros con los que se tiraron bastantes bombas y granadas que les causaron bastante daño y se prosiguió el derribo de torres y olivares inmediatos al paseo de Santa Engracia y Torrero. Este día se tuvo la agradable noticia de la Paz con Inglaterra. Así mismo este día salió el siguiente papel de S.E.
 Zaragozanos. El día 1º de julio os hará inmortales en los fastos de vuestra historia, y de todas las naciones admirarán con envidia vuestro heroísmo. Cuando vuestros sensibles corazones lloraban con el más amargo dolor la lamentable catástrofe ocurrida en la funesta tarde del 27 de junio en que una considerable porción de vuestros valientes ciudadanos fue víctima horrorosa de la horrible explosión que causó el incendio de uno de los bien provistos almacenes de pólvora destinada para la defensa de la ciudad y, cuando consternados todos vosotros con los espantosos efectos de este imprevisto suceso, atendíais únicamente al socorro de los infelices que conservando su vida entre las ruinas imploraban el vuestro. Este lastimoso y terrible momento, fue el que aprovechó el cruel e inhumano enemigo que os rodea para conseguir su pérfido y desnaturalizado proyecto, confiado no tanto en sus propias fuerzas, cuanto en la desolación y críticas circunstancias en que os hallabais. Atacó en la mañana del 28 el punto interesante de Torrero y colocado en él no pensó sino en la ejecución de los horribles medios de aniquilaros y de reducir a cenizas vuestras casas y vuestro pueblo. Enfurecido al ver la energía, valor y constancia con que hacíais inútiles los repetidos ataques y con que burlabais sus astucias o, por mejor decir, irritados del heroísmo con que rechazabais las que se dicen invencibles columnas francesas hasta precipitarlas en la más vergonzosa fuga, hizo llover sobre vuestras cabezas y la de vuestras amadas familias un diluvio de bombas y granadas reales en el espacio de 27 horas, hasta 1.400 según lo partes dados por los vigías, pero sin más fruto que arruinar parte de algunos edificios, y de proporcionaros el inmortal laurel de vuestro inimitable heroísmo. Vosotros habéis sabido despreciar gravísimos riesgos con invencible constancia, y vuestro patriotismo ha llegado en esta ocasión a tan alto punto de valor que lejos de intimidaros la crueldad inaudita de vuestro enemigo, no se ha oído de vuestras bocas ni de las de vuestras mujeres, ni habéis permitido el triste consuelo, o el alivio, d pronunciar un ¡ay!. Los valerosos jefes y soldados toman parte a competencia en vuestros triunfos. Ellos se han paseado con tanto honor, entusiasmo y bizarría en el ataque que comenzó en aquella mañana y redobló el enemigo con la mayor actividad en la del siguiente, acometiendo vuestra ciudad por cinco puntos principales a un mismo tiempo, que se han hecho acreedores de vuestra admiración y a vuestro reconocimiento, habiendo rechazado al enemigo completamente en todos los puntos, y cubierto de cadáveres el campo en justo castigo de su osadía.
 Zaragozanos, habéis visto por experiencia que los esclavos del monstruo que ocupa el trono de Francia y que ha concebido el temerario y orgulloso proyecto de despojar de sus legítimos derechos a nuestro amado soberano son cobardes, que huyen de los que no les temen, y que solo son héroes cuando se ocupan en el robo y la rapiña. Vosotros peleáis por la justa causa, defendéis vuestra religión y vuestra patria y la de vuestro rey; seréis invencibles y triunfareis siempre de un enemigo que funda todo su derecho en la seducción, en la mentira y en el engaño.
 El cielo protege visiblemente vuestras operaciones. El Dios de los ejércitos pelea a vuestra frente, vuestra amantísima patrona ha fijado sus piadosísimos ojos sobre vosotros; vuestras esforzadas tropas solo aspiran al honor de dividir con vosotros la corona de laurel con el cielo ceñirá sus sienes en premio de sus brillantes acciones militares. Que pues debéis esperar con tan favorables auspicios el triunfo más completo sobre vuestros enemigos, la prosperidad y la deseada paz que disfrutareis llenos de gloria en el dulce seno de vuestras familias después de haber cumplido vuestros sagrados deberes en beneficio de la religión, del rey y de la patria.
 José de Palafox y Melci".

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