Poco escarmentados de la noche anterior acometieron nuevamente al amanecer con el mismo ardor, pero puestos los nuestros en movimiento dieron tan fuertemente contra ellos que en breve les hicieron retirar a su campo, habiéndoles tirado muchos cañonazos y muertos bastantes. Los que habían pasado al otro lado del Ebro hicieron sus correrías hacia Pastriz, intentando por dos veces pasar dicho río pero fueron rechazados y se internaron hacia el monte de Leciñena. Prosiguieron en pasarse a nuestro campamento de 12 en 12 y a todos se les acogió de orden del gobierno. Se mandó proseguir en hacer tahonas y arrasar los olivares inmediatos a la ciudad, y aquel día amanecieron dos hombres en la horca, a los que se les había dado garrote en la cárcel aquella noche por haber dado muerte alevosa, el uno en Torrero y el otro en la plaza de San Miguel, a quienes les pusieron en el pecho una cédula con la causa de la sentencia. Por la tarde se supo que los franceses habían retrocedido a Juslibol donde tenían su pequeño cuartel. Este día, de orden de S.E. salió el siguiente bando.
BANDO
El excelentísimo señor gobernador y capitán general de este ejército y reino que incesantemente vela sobre cuantos objetos pueden contribuir a la defensa de esta capital, seguridad de las vidas y propiedades de su vecindario, ha tenido noticia por los vigías y por varios espías de que algunos soldados del ejército enemigo se visten de paisanos, y como bajo este disfraz u otro pudieran introducirse cautelosamente en la ciudad, o confundirse en una acción con los valerosos defensores de la patria, que no han dejado todavía el traje de paisanos, a fin de evitar las funestas consecuencias que pudieran resultar de ignorarse semejante astucia de nuestros pérfidos enemigos, se hace saber al público para que, advertidos todos los vecinos, vivan con la precaución conveniente.
Los comandantes de las puertas celarán sobre ello y dispondrán cuando se hicieren salidas el tomar todas las medidas de precaución que fueren necesarias, y el Intendente corregidor de que, tanto en las posadas públicas como en las casas particulares, no puedan acogerse bajo ningún disfraz ni pretexto.
Cuartel General de Zaragoza, 18 de julio de 1808.
El gobernador y capitán general de Aragón. José Palafox y Melci.
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