miércoles, 1 de julio de 2009

Diario de Los Sitios - Zaragoza 1 de Julio 1808

"A las 12 en punto de la noche empezaron los franceses el más horrible cañoneo, y al mismo tiempo bombardeo, contra esta ciudad  lo que anunció la campana de la Torre Nueva, como de antemano estaba prevenido por S.E. mediante el siguiente aviso. 
La Suprema Junta, siempre ocupada en la salud de la patria, ha tomado las más activas providencias para evitar, o suspender al menos, la llegada de artillería gruesa que se sabía esperaba el enemigo. Una combinación desgraciada de circunstancias la ha hecho abortar sus bien combinados proyectos, pero siempre atenta a evitar a este pueblo todas las desgracias posibles en el caso de que nuestro enemigo tratara de arrojar sobre esta ciudad granadas o bombas, ha dispuesto poner blindajes en los parajes públicos en que puedan guarecerse los vecinos y moradores, los que serán avisados por la campana de la Torre Nueva, que dará dos toques siempre que salga una bomba de la batería colocada a espaldas, aunque lejos del Castillo, y por un golpe solo siempre que salga una granada de la batería del Monte Torrero. La Junta, que en estas circunstancias se ha declarado permanente, toma todas las medidas imaginables para que este pueblo padezca lo menos posible, y que la tropa que la defiende esté igualmente a cubierto de sus golpes.
Zaragoza, 1 de julio de 1808. El marqués de Lazán.
 A todos los vecinos causó este nuevo accidente de la guerra, jamás conocido en Zaragoza, el mayor cuidado y consternación al ver el fuego tan vivo que caminaba por el aire, saliéndose todas las gentes a las calles, encomendándose a Nuestra Señora del Pilar en cuyo solo amparo esperaban salir de riesgo tan inminente, lo que se verificó en tanto grado que, a pesar de haber arrojado tantas aquella noche, no hubo sino muy pocas desgracias, incendiándose solo los cuartos altos que estaban con paja de casa de D. Angelo Elizondo en el Coso, pero luego se logró apagarse. Donde más acudió la gente fue a la plaza del Pilar viendo como la mayor parte de las bombas pasaban por encima del santo templo a caer al Ebro, y aunque lograron introducir algunas dentro de dicha iglesia, cuyos vestigios están bien patentes en sus bóvedas de junto a su Santa Capilla, cerca del coro, y capilla de San Joaquín, no causaron daño alguno a las gentes, antes les alentaron el ánimo considerando a Nuestra Señora tan a nuestro favor.
 Llegada la mañana prosiguió el bombardeo con el mayor furor, acometiendo a todos nuestros puntos pero habiendo acudido los paisanos defensores, se trabó una furiosa batalla que fue muy cruel y sangrienta, a causa de que los franceses tenían sus baterías muy inmediatas a la ciudad, siendo este uno de los días mas aciagos que habíamos padecido porque, temeroso el vecindario de algún otro desplomo, se salieron de la ciudad, concediendo la Junta licencia a todas las mujeres, niños y ancianos, y practicando cuanto estuvo de su parte para nuestro alivio y beneficio. El fuego llegó a ser tan activo y continuado que se desconfió del feliz éxito, mayormente cuando a las 4 de la tarde, habiendo caído unas bombas o granadas en el reducto de nuestras baterías de la puerta del Portillo, y desbaratando todas sus posiciones, mató a 6 artilleros, y haciendo huir a los paisanos que las custodiaban se vio aquel punto del todo desamparado. Pero noticioso de ello el señor marqués montó a caballo y, puesto en aquel punto, hizo venir nuevos artilleros y volviendo a hacerles fuego, los desbarataron enteramente, haciendo un destrozo terrible en los franceses que se creían ya próximos a entrar en la ciudad, cubriendo el suelo de cadáveres y logrando hacerlos huir ignominiosamente hasta sus puntos, en cuya gloriosa acción tuvimos bastantes muertos y heridos pero muy pocos en comparación del vivo fuego de cañón y fusilería que sufrimos hasta más de las 7 de la tarde, siguiendo al mismo tiempo el bombardeo sin cesar.
A las 6 de la tarde se supo que nuestro general llegaba a Zaragoza y que traía consigo algún número de tropas de línea, cuya agradable noticia fue de la mayor satisfacción a todo el vecindario, como lo celebró a su llegada con muchos vítores, entrando por la puerta del Angel escoltado de 60 caballos y unos 1.300 hombres que había podido reunir para el auxilio de esta ciudad, dirigiéndose a su casa, donde fue recibido de la Junta con mucha alegría. Y tomando desde luego noticia del estado de las cosas dio las más activas providencias para contener al enemigo. El ardor de nuestros defensores esta tarde, las acciones tan brillantes que hicieron y el empeño que tomó todo ciudadano en patrocinar y animar a nuestros paisanos como el amparo de Nuestra Santa merecen los mayores aplausos y exigen el reconocimiento más sincero de nuestro agradecimiento porque todos a porfía hicieron cuanto cabe en el ánimo mas valiente, habiendo acudido a su defensa toda clase de ciudadanos, eclesiásticos, regulares y hasta las mujeres, a todas las puertas y puntos inmediatos que eran el blanco del enemigo. Aquella noche siguió el fuego de bombas y granadas hasta las 12".

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