"Se supo muy por la mañana que los enemigos habían traído un repuesto grande de bombas y granadas por el Canal Imperial del castillo de Pamplona para batir y bombardear a Zaragoza, con cuya noticia la Junta tomó las más oportunas providencias para evitarlo, y cuando esto se trataba, sucedió la grande catástrofe de la explosión del almacén de la pólvora de las aulas públicas con las miras tan fatales, que de solo imaginarlo estremece, causando los mayores estragos en los edificios de dichas aulas, y del Seminario Conciliar, que era de la mayor consistencia, y la mayor parte de las casas del frente del Coso y calles inmediatas, en cuyas ruinas perecieron casi todos sus habitantes, entre ellos varios directores del Seminario, el comisario de guerra D. Pedro Aranda con toda su familia, ocurrida a las dos tocadas de la tarde, de resultas de haberse caído una chispa de cigarro en la pólvora que en carros trasladaban al convento de San Agustín, pereciendo los carreteros y cuantos hombres los cargaban y sus caballerías, cuyos trozos deshechos fueron a parar con la violencia de la pólvora a distancia muy apartada de la ciudad quedando tan maltratadas las casas inmediatas que poco a poco se fueron cayendo, siendo tan grande el ruido que hizo la explosión que se oyó de mas de 10 leguas y en la ciudad apenas dejó vidrio sano, atemorizando tanto que a todos puso en la mayor consternación al ver la pérdida de tantas almas envueltas bajo las ruinas de tantos edificios, acudiendo inmediatamente sacerdotes y religiosos a ayudar a morir, y los vecinos a sacar los cadáveres de los infelices a quienes había tocado la desgracia. Procurando la Junta tomar las providencias más oportunas para remediar cuanto estuviera de su parte, dando todos los auxilios y mandando custodiar todos los enseres de las casas arruinadas, en el Hospitalico de la Magdalena, y que las comunidades acudiesen a cuidarlas y animar a los infelices, como lo hicieron todo aquella noche, esperando cuando se concluía el fuego, que estaba cebando en los vestigios de dichas ruinas, y que el pueblo se alarmase por si intentaban acometer los enemigos.
Con motivo de la explosión salió el siguiente papel.
Zaragozanos: vuestro celo por la causa de la religión, de la patria y el rey de que habéis dado pruebas tan repetidas, ha podido exaltarse en los primeros momentos de los incidentes de esta tarde, inseparables de las ocurrencias de la guerra, pero despreciables por sus resultas, supuesta la abundancia de pólvora de que estamos surtidos. La Junta Suprema cuánto se complace e interesa en vuestros patrióticos sentimientos y tranquilidad pública; otro tanto espera de vuestra sumisión a las leyes y autoridades constituidas que penetrados todos del ardor y vigilancia de estos magistrados, depositarios de vuestra confianza y en cuyas manos habéis puesto la salud de la patria, oiréis dóciles sus voces paternales, entrareis tranquilos en el seno de vuestras familias, acudiréis puntuales a vuestros talleres y ocupaciones diarias, persuadidos de que esta Junta ha tomado las más vivas y enérgicas providencias para que el enemigo aun cuando atrevido e inhumado quisiera aprovecharse de esta catástrofe, no logre el fruto de sus bárbaras tentativas, asegurandoos que el momento en que sea necesario vuestro valeroso esfuerzo, os llamaré a nombre de la patria a que tengáis parte en los laureles que la justicia de nuestra causa, la protección de Dios y de María Santísima del Pilar y vuestro valor prepara a los aragoneses en acción tan gloriosa. El orden de la subordinación, la fraternidad, y una unión íntima de sentimientos, nos ha de producir y proporcionar incalculables ventajas. La posteridad admirará el valor que desplegasteis en la crítica circunstancia del día 15 y mirará con respeto la serenidad de ánimo que la Junta os encarga y exige en las tristes circunstancias del 27 de junio. Corresponded a tan lisonjeras esperanzas y no temáis a los enemigos. El ciudadano virtuoso viva tranquilo en medio de su familia, y el culpable tiemble a vista de la espada de la justicia, que sin remedio va a descargar sobre su cabeza.
Zaragoza, 27 de junio de 1808. El marqués de Lazán".
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