"Muy por la mañana se dio aviso de que los franceses, ufanos con la victoria, se iban acercando a Zaragoza, con cuya noticia se alarmó todo el vecindario para esperarlos y oponer todos los obstáculos para incomodarlos tocándose la generala. En las dos iglesias se cantaron misas rogativas por sus respectivas residencias, y en la parroquia de Santiago al glorioso patrón de las Españas por su capítulo eclesiásticos. Temerosas las religiosas de Santa Inés, se trasladaron a Santa Fe, las de Santa Lucía a la Enseñanza, y las de las Facetas al Colegio de las Vírgenes. Nuestro general, con una bandera blanca en la mano con la Virgen del Pilar bordada como generalísima de nuestras tropas, fue a su santo templo y subió a besar su mano, y a las 11 partió a la villa de Belchite a poner el cuartel general con el Intendente y plana mayor, quedando al mando el teniente rey D. Vicente Bustamante. Y estando cerca del medio día se tuvo noticia de la proximidad del enemigo.
ACCIÓN DE LAS PUERTAS DE ZARAGOZA EN LA TARDE DEL 15 DE JUNIO
Antes de la una del día se acercaron las tropas francesas a las puertas de esta ciudad, bajando por Torrero y Santa Bárbara con todo su ejército a las órdenes del general Lefebvre, e inmediatamente se les hizo fuego con el mayor ardor por nuestra parte con los cañones colocados en las puertas del Portillo, Carmen y Santa Engracia.
En el largo rato que duró la batalla fueron muchas las vicisitudes, llegando a rompernos a cañonazos la puerta del Carmen e introducirse por ella, pero fueron rechazados, muertos y cogidos prisioneros cuantos entraron; lo mismo sucedió en la del Portillo, hasta llegar a introducirse en la plaza, donde la artillería colocada junto a las tapias de Santa Inés los hizo arrinconar hacia el cuartel de caballería y allí fueron muertos por los nuestros desde la Casa de Misericordia. Y habiendo hecho en esta ocasión nuestros paisanos un esfuerzo de valor del que hay pocos ejemplares, al ver que se introducían, se tiraron a ellos, sin más defensa que sus nobles pechos, y lograron irlos retirando a fuego vivo, alcanzando la más brillante victoria en unos hombres no hechos a las balas, y sin tener jefe ni timón, sino el verdadero amor a la religión y a la patria.
El triunfo fue grande, y las circunstancias de la victoria las mas heroicas, como lo acredita el impreso que sigue. La confusión de las gentes la mayor, pero al mismo tiempo sin igual heroísmo, así la confianza en Dios y su Madre Santísima del Pilar, como en socorrer a nuestros defensores, especialmente en las mujeres, que desde que dio principio el ataque fueron a darles agua, vino y aguardiente, introduciéndolo hasta las mismas filas, y conduciéndoles cuanto los demás vecinos le iban suministrando balas, pólvora, trapos para tacos y cuanto podía serles útil, lo que en mucha parte afianzó la victoria, logrando reanimar nuestros vencedores, y vencer a unos hombres feroces y temerarios. El destrozo que sufrimos fue grande así en la hermosa arboleda, como en los edificios de los conventos de Agustinos y Trinitarios descalzos, Casa de Misericordia y cuartel de Caballería, cuyos dos edificios incendiaron, como también la torre llamada de Descartín después de saquearla.
Todos los vecinos se distinguieron así de la ciudad como del Arrabal y Tenerías, pero sobre todo los de las parroquias de San Pablo, San Miguel y la Magdalena que como leones se tiraban a los enemigos logrando cogerles muchos caballos, armas y dinero, y encontrando en las mochilas muchas jocalias sagradas de cálices, patenas y otras reliquias que habían robado en las iglesias por donde habían pasado e igualmente mucha plata labrada y ropa.
Todos los vecinos se distinguieron así de la ciudad como del Arrabal y Tenerías, pero sobre todo los de las parroquias de San Pablo, San Miguel y la Magdalena que como leones se tiraban a los enemigos logrando cogerles muchos caballos, armas y dinero, y encontrando en las mochilas muchas jocalias sagradas de cálices, patenas y otras reliquias que habían robado en las iglesias por donde habían pasado e igualmente mucha plata labrada y ropa.
Los muertos franceses pasaron de 700, y de nuestra parte hubo bastantes, pues los enemigos tiraban con los violentos que hacían mucho daño, y al mismo tiempo la poca destreza de nuestros paisanos nos causó algunas desgracias. Los Fusileros del Reino o Miñones mandados por su comandante el coronel D. Antonio Torres, ayudado de su hermano D. Jerónimo, fueron los que más se distinguieron, y las compañías mandadas por su jefe D. José Obispo, pues los Dragones estuvieron muy flojos. Duró la acción hasta más de las 7 de la tarde, que conociendo los franceses la gran pérdida que habían sufrido, se fueron retirando, llevándose algunos prisioneros hasta más allá de la Casablanca y ermita de Santa Bárbara, donde pasaron la noche, robando cuanto encontraban, quemando y cometiendo cuantas hostilidades se pueden imaginar.
Nuestros paisanos llenos de gloria con la victoria entraron en la ciudad, triunfantes con sus despojos y banderas que llevaron a presentar a nuestra patrona del Pilar, una de ellas cogida por un muchacho de 11 a 12 años, las que acompañaron las gentes llenas de la mayor devoción, y de allí trasladándose a casa del general. Aquella noche se mandó poner luces a todos los vecinos y que tuviesen abiertas las puertas de las casas para ocurrir a cualquier novedad, pero no la hubo. Se entraron los cañones cogidos a los enemigos, y se pusieron avanzadas fuera de la ciudad, e igualmente se mandó alarmar a todo el vecindario, y que estuviesen en vela en caso necesario, habiendo estado formado el ayuntamiento toda la noche en su sala consistorial, con cuyas providencias estuvo tranquila la ciudad".
Nuestros paisanos llenos de gloria con la victoria entraron en la ciudad, triunfantes con sus despojos y banderas que llevaron a presentar a nuestra patrona del Pilar, una de ellas cogida por un muchacho de 11 a 12 años, las que acompañaron las gentes llenas de la mayor devoción, y de allí trasladándose a casa del general. Aquella noche se mandó poner luces a todos los vecinos y que tuviesen abiertas las puertas de las casas para ocurrir a cualquier novedad, pero no la hubo. Se entraron los cañones cogidos a los enemigos, y se pusieron avanzadas fuera de la ciudad, e igualmente se mandó alarmar a todo el vecindario, y que estuviesen en vela en caso necesario, habiendo estado formado el ayuntamiento toda la noche en su sala consistorial, con cuyas providencias estuvo tranquila la ciudad".
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