"Se cantó la letanía mayor en el Pilar. En el palacio se celebró una junta compuesta de los lumineros de las parroquias y mayordomos de los colegios y oficiales que presidió el señor marqués de Lazán para formar compañías de hombres esforzados que salgan a intercepta la comunicación del enemigo, ofreciéndoles varios premios con el diario de 10 reales vellón y, caso de morir en la acción, 5 reales a sus viudas mientras vivan. Fueron igualmente llamados a dicha junta a las 6 de la tarde todos los alistados en los tercios de las compañías y los que quisieron alistarse de nuevo para prestar el juramento de servir a la religión y a la patria, a cuya sesión asistieron el gobernador eclesiástico, los curas párrocos de la Seo y San Felipe, el regente y decano de la Real Audiencia, el teniente rey, el corregidor y decano de ayuntamiento. Se publicó la victoria conseguida por nuestro general entre el camino de Alagón y Epila en el día de ayer en Gaceta extraordinaria cuyo tenor es el siguiente.
BATALLA DE ÉPILA
Avisado el general en jefe de este reino de que ayer a las 6 de la tarde algunas columnas francesas desde el camino de Alagón se dirigían hacia Epila, y cerciorado por las patrullas avanzadas de la exactitud de la noticia, formó el ejército, lo revistó y, marchando a su frente a pesar de la oscuridad, rompió el fuego contra los franceses a las 9 y media de la noche, disponiendo que no empezase este hasta tener cerca al enemigo. Es imponderable el valor y bizarría con que se han portado las tropas de línea reunidas allí, sosteniendo el fuego 11 horas sin perder terreno. La artillería arrollaba las divisiones enemigas con un valor digno de todo elogio. Los Voluntarios de Aragón y los Dragones del Rey han hecho prodigios y si los paisanos alistados hubiesen conocido mejor el manejo del arma para defender las alturas y permanecer en ellas sin abandonar a sus jefes, habría el ejército francés sido derrotado completamente. No obstante su pérdida es considerable. La nuestra, aunque muy corta, es muy sensible por recaer en españoles llenos de valor. Dos oficiales de los que peleaban al lado del general han sido heridos gravemente y S.E. se proponer anunciar los nombres de todos los oficiales y tropas que se han batido con tanto ardor y firmeza.
Se ha trasladado el cuartel general a un punto ventajoso y se está organizando y aumentando el ejército, dispuesto todo a derramar su sangre en defensa de la patria.
El enemigo ha vuelto a cometer violencias sin respetar a las mujeres, ha profanado los templos, robado los vasos sagrados, pisado las sagradas formas y sacrificado a un venerable sacerdote (quiso impedirlo el cura de Epila que murió a bayonetazos dentro de la iglesia con el copón en la mano). Ayer se interceptó por el comandante de la compañía de los Pardos de Aragón la correspondencia que venía de Bayona para el general Lefebvre, y para que la Europa entera sepa de la conducta de aquel gobierno, se extracta una parte de lo que ella contiene y son los puntos siguientes:
1º. El general Bertier, Príncipe de Neufchatel, Condestable de Francia, a nombre de su Emperador remite a Lefebvre para que los haga circular en Aragón varios papeles impresos en España. En ellos cuenta que los franceses se han apoderado y son dueños de Andalucía, sin haber perdido gente, cuanto se ha publicado ya y es notorio, y consta de oficio, que han sido enteramente derrotados.
2º. Al mismo tiempo le encarga que para intimidar y engañar nos diga que por todas partes vienen ejércitos formidables, por cuyo medio la apariencia suplirá la fala de tropas que hay en Francia y logrará seducir a los españoles.
3º. El general francés que manda en Pamplona y el que está en Tudela escriben también a Lefebvre que no se atreven a salir de aquellas ciudades, y que el ejército francés, según toda apariencia, perecerá en España, si la intriga, el terror y los traidores que abundan, no los libertan.
A la misma hora se presentaron muy cerca del Castillo 150 franceses los que sacaron pañuelos en ademán de paz, pero no queriendo dejar las armas, no se les permitió pasar adelante. Y diciendo querían parlamentar, hallándose allí el señor Intendente se acercó a ellos y les hablo largamente, en cuya sesión, en la que se halló el general Lefebvre se conoció no venían con semejante intención, sino todo lo contrario: entregando al Intendente una porción de proclamas de Bayona iguales a las ya referidas; el cual se retiró a las 4 de la mañana siguiente y enseguida pasó el teniente coronel D. Emeterio Barredo edecán de S.E. con la respuesta que sigue y se publicó en Gaceta extraordinaria, cuyo tenor es el siguiente:
En esta tarde, habiéndose presentado a la vista del Castillo y hecho señales de parlamentar algunos franceses, creyendo desde luego que su objeto era el pasarse al servicio de la España, como lo hacen diariamente acudimos algunos de los que se hallaban custodiando la puerta del Portillo, y conferenciando con ellos particularmente el doctor D. Santiago Sas, beneficiado de Luco. Se reconoció que eran polacos y, como indicaron que quería venirse a Zaragoza una compañía entera, salió el Intendente acompañado del edecán de S.E. y teniente coronel D. Emeterio Barredo y otros para asegurarle que dejando las armas podían entrar sin el menor recelo. Las expresiones de “viva España” que proferían los supuestos desertores y decir ser polacos o italianos no dejaron duda al Intendente de que deseaban pasar a nuestras banderas, y les contenía el temor de ser muertos. En consecuencia, convenida la seguridad recíproca de sus personas, se reunió con los oficiales para convenir en los medios; luego que estuvieron juntos, se le dijo por otros que no era su objeto la deserción, sino que tratase con el general Lefebvre, de lo cual no podía prescindir, a lo cual se prestó el Intendente conferenciando con dicho general y demás jefes que acudieron al camino frente a la puerta del Portillo. Y concluida la sesión, se retiró a esta ciudad con el presente que le hizo el general francés de una porción de proclamas impresas en Bayona.
La contestación dada al general francés a las 4 de la mañana de este día aclara las dos proposiciones que se hicieron y es la siguiente.
General: el Intendente de este ejército y reino me ha dado las proposiciones que usted le ha hecho, reducidas a que yo permita la entrada en esta capital de las tropas francesas que están bajo su mando y que vienen con la idea de desarmar al pueblo, restablecer la quietud, respetar las propiedades y hacernos felices, conduciéndose como amigos, según lo han hecho en los demás pueblos de España que han ocupado. O bien, si no me conformase a esto, que se rinda la ciudad a discreción. Los medios que ha empleado el gobierno francés para ocupar las plazas que le quedan en España y la conducta que ha observado su ejército han podido a usted persuadir la respuesta que yo daría a sus proposiciones. El Austria, la Italia, la Holanda, Polonia, Suecia, Dinamarca y Portugal presentan no menos que este país un cuadro muy exacto de la confianza que debe inspirar el ejército francés.
Esta ciudad y las valientes tropas que la guardan han jurado morir antes que sujetarse al yugo de la Francia, y la España toda en donde solo quedan ya reliquias del ejército francés está resuelta a lo mismo.
Tenga usted muy presente la contestación que le di ocho días ha, y los manifiestos de 31 de mayo y 18 de este que le incluía, y no olvide usted que una nación poderosa y valiente decidida a sostener la justa causa que defiende, es invencible y no perdonará los delitos que usted o su ejército cometan.
Cuartel General de Zaragoza, 26 de junio de 1808. Por el gobernador y capitán general de Aragón. El marqués de Lazán".