Desde muy de mañana no se oía otra cosa que ruidos y desgracias de casas voladas y arruinadas, que con la tan grande furia de granadas y bombas nos estaban continuamente tirando; y en este apuro vino un oficial francés a intimar la entrega de la ciudad, pues ya se veía su fatal estado, pero aunque se reunieron los cuerpos generales y autoridades, no se convinieron, esperando aun poder hacer más defensa, con cuya contestación, irritados los enemigos, aumentaron el fuego tan vivamente, que desde luego se convino tratar de la entrega para el día siguiente si no se proporcionaba casualmente algún nuevo recurso, cuya junta presidió el señor regente Ric por haberse agravado bastante nuestro general; y habiendo ocupado el enemigo el colegio de San Vicente y el de la Trinidad, se atemorizó tanto aquel vecindario que todo él quedó desamparado, no viéndose por las calles sino carros y caballerías cargadas de ropas que trasladaban a lo interior, llevándose asimismo sus enfermos en camas y sillas, lo que causaba la mayor tristeza, aumentándola sobremanera los muertos que en carros sacaban desnudos, y la mayor escasez de víveres no solo para enfermos, sino para los sanos, todo lo que llegó a apurar la cosa en términos de no quedar ya ningún arbitrio.