Nuestro amado general continuó hoy bastante indispuesto, siéndole preciso hacer cama y tomar un vomitivo, remedio el más usado en las actuales enfermedades, de las cuales solo en su palacio había 21 enfermos en sala separada, y al cuidado de cinco religiosos cartujos que se ofrecieron en tan caritativo ejercicio. El fuego enemigo siguió como siempre, y hubo muchas voladuras de casas en el Coso, y mucha parte del convento de San Francisco; atreviéndose no obstante una mujer a entrar hasta la capilla de la Sangre de Cristo y, tomando una bandera de las cuatro que figuraban las partes del Mundo, avisó a unos hombres y pudieron sacar la efigie de Nuestro Señor en la Cama que servía para las funciones de Semana Santa, y con ella y dos hachas marcharon a palacio, la que reverenció y adoró, aunque en cama, y mandó se llevase con hachas y se colocase dentro de la Santa Capilla, lo que se verificó colocando la misma cama junto al rejado, frente al altar de los Santos Convertidos, en disposición que pudieran los fieles besar su mano por el rejado. Este día acabó el enemigo de organizar las baterías contra esta ciudad, y todas de grueso calibre, no cesando de causar mil estragos con tanta bala rasa, bombas y granadas, continuando los enfermos y muertos en mucho aumento, lo que nos tenía en un continuo sentimiento y amargura.
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