La noche fue muy quieta, y aún toda la mañana, hasta cosa de las 10 que, habiendo dado fuego a una mina desde las casas derruidas detrás del Hospital, fue a reventar junto a la casa de Tarazona, esquina a la calle de San Andrés, pero sin llegar al edificio, por lo que no se atrevieron a salir a acometernos, ni tampoco a recoger los muertos de junto a la puerta del Sol; entre ellos había un comandante y el tambor que entró tocando a degüello. Al medio día se echó un pregón de orden de S.E. mandando que dentro de una hora se reuniese toda la tropa y paisanos en el puente de Piedra, y aunque acudió bastante gente se mandó suspender hasta la mañana siguiente. Los muertos se aumentaron, siendo preciso mandarlos enterrar por no verlos en las calles y puertas de las iglesias hacinados, la mayor parte desnudos, sacándolos de los hospitales y casas, por lo que se mandó llevarlos en carros a los cementerios de los conventos y parroquias, por no poder salir ya de la ciudad. Las preces siguieron en ambos templos.
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