Este fue un día grande de fuego que padeció Zaragoza y de que no hay memoria, acometiéndonos con toda la furia de su ejército por la parte del convento de Jesús, y habiendo salido el barón de Warsage, Cuartelmaestre General, a breve rato fue herido gravemente, de cuyas resultas murió al día siguiente, siendo la acción decidida a favor de los franceses, los que se posesionaron del convento de San Lázaro y de todo el Arrabal, ocupando toda nuestra artillería la que seguidamente jugaron terriblemente por toda la ribera del Ebro, lo que obligó a hacer salir a S.E. de su palacio y conducirlo como estaba enfermo a una casa particular calle de Predicadores por lo mucho que el fuego atemorizaba lo que, unido a lo que los minadores trabajaron volando la mayor parte del palacio del conde de Aranda, y otras muchas casas, pusieron a esta ciudad en el último apuro de consternación; por lo que aquella noche se tuvo junta de generales y de varios vocales del Real Acuerdo para tratar de acomodamiento al paso que los enfermos, muertos y demás tristes y apretadas circunstancias, no daban resquicio alguno de mejorar nuestra suerte desgraciada, determinaron en ella convocar para el día siguiente a los curas y lumineros de las parroquias para conferenciar sobre un asunto tan interesante.
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