Siguió el fuego con el mismo tesón de bombas y granadas, con infinitas balas rasas, cuyos continuos silbidos atemorizaban, y de que resultaron bastantes heridos. Se colocaron algunos cañones en la iglesia de San Agustín, detrás de su altar mayor, frente el convento de San José, en lo alto de las Mónicas, y se les hizo un fuego muy vivo, no siendo lo menor el suyo, causando muchas ruinas en las casas, por cuya razón, los vecinos empezaron unos a desamparar las suyas, y otros a situarse en los caños y bodegas, con las precauciones más posibles. Se divulgó a la noche que S.E. había recibido noticias muy favorables, y apenas se notició por Gaceta extraordinaria, cuando toda la ciudad se llenó de una general alegría, se echaron las campanas a bando, hubo salvas de artillería y todas las músicas fueron a la puerta del Pilar a acompañar al pueblo, que todo en masa fue a dar las gracias a Nuestra Señora pareciendo una noche de la más completa victoria; cuya novedad hizo tanto eco a los enemigos, que por espacio de tres horas suspendieron sus fuegos, pero dadas las 10 lo empezaron con tanta furia que no hay memoria de igual. Los enfermos siguieron en el mayor aumento, y no hubo carne ni aun para ellos, ni pan blanco. La pólvora se llevó de la bodega de la parroquia de la Seo al convento de Santa Lucía con el mayor riesgo.
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