Siguió en los mismos términos, saliendo como unos 2.000 hombres de infantería y un regimiento de caballería al corte de árboles y cañares de todos los términos de esta ciudad, a fin de evitarse que los enemigos pudieran ocultarse en ellos, en cuyo espacio de tiempo les tiraron muchos cañonazos, bombas y granadas. Nuestro ejército se mantuvo en observación empezando a enfermar y aun muriendo muchos de la tropa valenciana y murciana, pasando ya más de 6.000 los que había en el Hospital de Misericordia, sin contar los heridos, que éstos se pasaron al convento de San Ildefonso, separándolos a fin de evitar alguna epidemia, a consulta del colegio médico que, de orden S.E. y de la Junta de Sanidad, se tuvo para la seguridad pública. El excelentísimo señor D. Francisco Palafox salió, no obstante el riesgo de los enemigos, a la ciudad de Cuenca a solicitar del duque del Infantado remitiese alguna tropa de las de su mando para el socorro de esta plaza. Se pasaron diez artilleros y algunos polacos contestando todos la misma falta de víveres y municiones.
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