Cuando los habitantes de la inmortal ciudad de Zaragoza, coronados de laureles, adquiridos por su inaudito valor en su primer Sitio (Sitio que no sólo dará honor a toda España, si es al mundo entero en los fastos de la historia) descansaban en el seno de sus familias de sus inmensos trabajos, con la dulce satisfacción de haber vencido los valerosos y conquistadores ejércitos del emperador Napoleón, y conservado los legítimos derechos de Su Majestad el señor D. Fernando VII, por cuyas razones olvidaban de sus buenos maridos, queridos hijos e intereses, acreditando en esto su heroico patriotismo y decidido amor a su soberano, firmemente persuadidos de que sus victorias conseguidas debían seguramente atribuirse a la singular protección de su patrona Nuestra Señora del Pilar, más que a su valor, he aquí que por las noticias positivas que recibió el excelentísimo señor capitán general de las tropas llegadas en dispersión el 27 de noviembre de que los franceses se hallaban en bastante número en Tudela y pueblos inmediatos, con cuya noticia se continuó trabajando con la mayor actividad con toda clase de personas en las baterías y fortificaciones, colocando asimismo sus avanzadas para observar al enemigo, manteniéndose en dicha ciudad hasta el 28 del mismo, que se supo estaba en los pueblos de Utebo y Monzalbarba, con cuyo aviso se dieron las mas rigurosas órdenes para activar los trabajos de fortificación noche y día, colocando artillería en las baterías, cortando los olivares y derribando las torres que pudieran estar al alcance del cañón. Dicho día entró más tropa, llegando ya a componer mas de 35.000 hombres de tropa arreglada. Asimismo al medio día recibió S.E. una posta de la villa de Sos, en que avisaban haber pedido raciones los franceses, cometiendo muchos robos en todos los pueblos; con esta noticia se mandó estuviese la tropa sobre las armas.
Estaban los franceses en la misma situación, habiendo ejecutado muchos robos en los pueblos pequeños, y que habían pegado con nuestras avanzadas de San Lamberto con las que se tirotearon. S.E. dio el mando económico para las tropas que debían estar en la ciudad al teniente general D. Juan O´Neille, y para las que ocupaban los puntos de afuera al mariscal de campo D. Felipe Saint-Marq; al mismo tiempo salió orden de S.E. habilitando la entrada y salida de todos los forasteros que traigan víveres con sus carros y caballerías, sin emplearlos en ningún trabajo, por haber notado que por el riesgo de embargarlos, no querían venir a traer géneros de primera necesidad. Esta misma tarde pasó por las inmediaciones de esta ciudad una división de infantería y caballería compuesta de 5.000 hombres que estaban en Sos, y de orden de S.E. salieron tropas a acuartelarse a Juslibol, para estar al frente del enemigo que, aunque en pequeño número, se dejaban ver por los pueblos de la ribera, teniendo su mayor fuerza en la villa de Epila. Se continuó con el mayor ardor en el trabajo de las baterías y desmonte de torres, habiéndose volado el convento de San Lamberto que estaba a media legua de la ciudad. Se dio orden de trasladar a la villa de Monzón todos los presos que había en las reales cárceles, no quedando más en ellas que el conde de Fuentes y dos más.
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